“Pesca hay, pero no hay pescadores”, dice Jesús Delgado, sentado en la puerta
de su casa a la orilla del Guadalquivir. “He vendido
mucho, a las once ya estaba de vuelta, pero a la una del día no se puede ir a
vender”. Su hermano, conocido popularmente en Sevilla como ‘El Porrito’,
regentaba una venta en Alcalá del Río que durante los años ‘80 y ’90 sirvió
kilos y kilos de angulas a futbolistas, toreros, cantantes… “Tenía mucha riña con él, cuando veía los cubos llenos
quería quitarle precio”, recuerda Jesús.
Pescar,
limpiar, cortar y vender sábalos, lubinas, barbos… “El esturión se lo llevaba a
los Ybarra”. Coria del Río contaba con la fábrica de caviar sevillano. “Con 13 años tenía un “sobrecallo” en la mano, pero me
pusieron 15 años en la cartilla para poder darme de baja y cobrar mi primer
duro”. Jesús Delgado es historia viva del Guadalquivir. Como buen
marinero surcaba el río y aprovechaba todos los recursos naturales. “Recuerdo un día que íbamos cargados de zahorra a Isla
Mayor, pero se ahogó uno y nos paramos en Sevilla”, cuenta con seriedad
y sin perderse en detalles.
“Me
pegaban tiros los guardas en los cotos”, afirma este señor octogenario que, activo hasta
hace
unos años, nunca simpatizó mucho con la Guardia Civil. “He ido tres veces a la cárcel por pescar, cinco días en una celda”. La gente pasaba hambre en los años de la posguerra, pero mantener el orden público parecía ser más importante que comer cada día… “Y después de pagar la denuncia, cinco o seis arrestos también”, afirma Jesús. “Ahora está el Seprona, de todas maneras te denuncia, de todas las maneras estás ‘cogío’”, añade con énfasis y gracia.
unos años, nunca simpatizó mucho con la Guardia Civil. “He ido tres veces a la cárcel por pescar, cinco días en una celda”. La gente pasaba hambre en los años de la posguerra, pero mantener el orden público parecía ser más importante que comer cada día… “Y después de pagar la denuncia, cinco o seis arrestos también”, afirma Jesús. “Ahora está el Seprona, de todas maneras te denuncia, de todas las maneras estás ‘cogío’”, añade con énfasis y gracia.
“Saber
hacer la red, remendarla, las mareas… Son cosas que hay conocer desde niño”. Jesús se remonta a los años
‘50 y ‘60, cuando echaba el bote al agua a las cinco de la mañana y regresaba a
su casa antes del mediodía con “to’ el pescao vendío”. Con una moto llegaba
hasta Constantina y Azuaga, transportando el pescado del día en un canasto. “He pasado mucho frío, pero así he criado a cuatro hijos”.
De la misma forma que desaparecieron los pescadores en Alcalá del Río
-quedan aficionados-, también se extinguieron los carpinteros de ribera.
“Aquí hubo hasta 40 ó 50 barcas pescando todos los días”, asegura el hermano de
Antonio ‘El Porrito’. “En los últimos años llegaron
las barcas de poliéster, él también ya usaba un motor en su embarcación”,
explica Jesús hijo, que faenaba con su padre cuando se lo permitía el trabajo.
Él conserva la barca a buen recaudo.
El
ayuntamiento del municipio realizó un monumento a la entrada del pueblo,
retrato fiel
de ambos; un
señor con una gorra saca un gran esturión, mientras otro más joven sujeta los
remos. “El río ha quitado mucha hambre”, sostiene Jesús. “Ganas de comer no
le faltan y está en su sano juicio”, el hijo habla del padre. “Una molestia
en la pierna es natural con su edad”, refiriéndose a la imposibilidad de lanzarse
de nuevo a la pesca. “Me puedo caer, ya no es posible”, añade Jesús Delgado,
este hombre de Alcalá del Río que bien pudiera decirse vecino censado en el
Guadalquivir. “Alguno hay que se ha ‘tirao’ al río
porque la cosa está mal y saca algo para comer”.
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