Es mi deseo comenzar una
nueva serie de artículos dedicados a las CALLES Y PLAZAS DE ALCALA DEL RIO, en los
mismos irán reflejado fechas, cambios de nombres y curiosidades sobre las
mismas.
Dichos artículos
serán extraídos del libro “ALCALA DEL RIO UN SIGLO DE SU HISTORIA A TRAVES DE
SUS CALLES” escrito por los alcalareños D. Antonio Domínguez Fresco y D.
Fernando González Ojeda, y abarca desde 1989 a 1996.
Como comienzo de
estos artículos, transcribo, el PROLOGO del mencionado libro escrito por Don Ignacio
Montaño Jiménez.
PROLOGO
Las calles reflejan la vida de un
pueblo. Arterias por donde circula el calor de sus gentes, testigos vivos de la
historia viva, reflejo de los vaivenes que acuna la mano de los tiempos.
Las calles, su casas, cambian no
solo por razones generacionales (de padres a hijos), sino porque en el tiovivo
que sube y baja apellidos y fortunas, ahora le toca ocupar el cogollo urbano de
la villa a los anteriormente desheredados mientras decaen o desaparecen pasadas
grandezas.
Las propias calles, por los
mismos motivos, pasan a ser céntricas cando nacieron en la periferia , o quedan
arrinconadas después de siglos de protagonismo. Y este cambio llega igualmente
hasta el propio callejero que se enriquece y se completa al compás del
desarrollo de la villa.
Todos los sentimientos se agolpan
en mi corazón y en mi memoria, con
motivo de la publicación de este libro “Alcalá del Río un siglo de su historia
a través de sus calles (1889-1996)” del
que son autores alcalareños
destacados y complementarios como son
Fernando González Ojeda y Antonio Domínguez Fresco.
Al prologarlo, por la
benevolencia de tan admirados y
excelentes amigos, lo hago como un testigo ocular y directo de mas de sesenta
años de lo que aquí se cuenta. Ante mis ojos desfilaron hombres que ya son
historia, personas y familias que irrumpieron en nuestras vidas comunitaria o
que llegaron a oscurecerse tras las fachadas de tantas casas que, a su vez,
cambiaron de nombre o simplemente de color y tamaño en las leyendas de sus calles.
¡Cuantos amigos que fueron
perpetuán sus recuerdos dando nombre a las calles y plazas ilipenses!. Desde la
amplia nomina de la barriada dedicada a Dieguito el Alcalde hasta el sentido
homenaje que nuestro pueblo dedicó al corazón inabarcable de Ramón el del Viño,
que rico testimonio de bonhomía y de entrega por la patria chica.
Si hubiera de destacarse una sola
característica que pone de manifiesto la lectura de tantos y tan evocadores
nombres, ésta habría de ser la generosidad del pueblo. ¡Que manera tan abierta
de llevar la inmortalidad personajes
aparentemente tan dispares como San Gregorio y Faustillo el arriero, como
Antonio Reverte y El Melao, como El Siete y Santa Verania!. ¡Este es nuestro
pueblo!. Porque el callejero Alcalareño es solo una constatación del espíritu
de convivencia que preside los perfiles
encalados de nuestro caserío. ¡Quiera Dios que sepamos conservarlo!.
Los puntos cardinales de mi
propia de mi propia biografía ponen de manifiesta una tozuda continuidad en el
nomenclátor. Así se sigue llamando desde mi propia infancia; Manuel Zambrano,
la calle de mi nacimiento; Ilipa Magna, la del domicilio de mis padres y el mío
propio; Antonio Reverte , la de mi colegio; San Gregorio, el corazón cofradiero
de todo el pueblo.
¡Que acierto de los autores!. Y
que serio compromiso de continuar ahondando en el tema hasta poner nombre y apellidos al
callejero alcalareño, de épocas anteriores. En el archivo de Protocolos
Sevillano, en El Palacio Arzobispal y en el de nuestra propia parroquia, y en
tantos otros lugares y referencias, esperan el gozo y la sorpresa de completar
esta consideración tan directa de nuestras vidas y las vidas de quienes nos
precedieron.
Encontrarse con estas páginas
totalmente dedicadas a nuestras cosas, es una profunda e impagable
satisfacción.
Toda mi vida y antes de leer un
libro, busqué siempre en su índice a nuestro pueblo por su nombre actual o
antiguo, por su insigne patrono o por sus hijos ilustres. Y me sentía feliz y
contento al leer a Rodrigo Caro, en El Cura de Los Palacios o en Ptolomeo los
trazos emotivos de algún acontecimiento alcalareño.
Por eso, la gratitud de todos por
el esfuerzo que este libro significa y el estimulo a continuar la tarea.
Enhorabuena de todo corazón a sus
autores, que acaban de iniciar un apasionante recorrido por el laberinto del
escenario de nuestra historia, camino que deben de continuar en nombre del
acierto que reflejan estas páginas y de
su profundo sentir alcalareño.
Ignacio Montaño Jiménez.
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